martes, 22 de enero de 2013

LA RED DEL DIARIO INÉDITO DEL FILÓSOFO VIENÉS LUDWIG WITTGENSTEIN



( Un  sencillo acercamiento a manera de comentario) 






Enero 22 de 2013


Cuando recibí  la notica de la llegada del  DIARIO INÉDITO DEL FOLÓSOFO VIENÉS LUDWIG WITTGENSTEIN  a  aquella modesta librería clandestina del centro de la ciudad, camuflada en una fachada de relojería (¿o joyería?) sobre la carrera decima, me emocione tanto como cuando años atrás, me informaron que una edición de LA SAL DE LA LOCURA del mismo autor, estaba esperando  por mi. Sin esperar demasiado  corrí al  siguiente día  a reclamarlo.


Fue una mañana de sábado de un mes que no recuerdo, pero  con certeza puedo decir  que eran las diez en punto de la mañana, pues a esa hora se abrían las cortinas del establecimiento. Como una niña  a la entrada de una  juguetería, esperé ansiosa a que aquel libro, que había viajado  desde Buenos Aires, estuviera un mis manos.


Pronto el santo y seña hizo el milagro. Ahí estaba,  una delicada y  sencilla edición cuyo título me  invitaba a entrar  al mundo intimo  de  un filósofo de quien había escuchado, sin preocuparme  por descubrir las capas  de piel de su pensamiento. “Una delicada y frágil edición“, pensé nuevamente. Una delicada y frágil edición que corría peligro en mi poder, pues no sabía la pobre, a que riesgo se exponía al  entrar en mi mochila: Una cueva llena de elementos  con  puntas y texturas de diversos gramajes. Lo más probable era  que esta fina edición no resistiría al día a día, a ese sacar y meter cosas todo el tiempo, ese manoseo de la vida cotidiana.


Quizás por eso, no lo puse  en ese primer   momento  allí dentro,  aquella cueva de tejido  indígena.  Era mejor  llevarlo en las manos y  comenzar a escarbar entre sus páginas de una vez. Avancé  sin prisa entonces por la carrera séptima  rumbo a mi clase de teatro en la Universidad Central y aprovechando  que la ciudad parecía dormida aún, abrí el libro.


Primera sorpresa: no había dedicatoria, asunto que me dejó una gran tristeza, sentimiento que se fue desvaneciendo a medida que comencé la lectura. Fotografía del filósofo en mención. Prólogo. Capitulo uno. Una serie de breves frases ordenadas numéricamente.


Leer mientras vas caminando  tiene cierto placer.  Ese riesgo de estar con la mirada fija en un papel, descuidando la atención en la dirección de  tus pasos, esquivando los huecos y los desniveles del suelo, presentir la llegada a un semáforo e imaginar en qué color esta. ¿Rojo o verde? Intuir los murmullos de la gente criticando: “que falta de responsabilidad  la de este transeúnte, ¿es qué acaso no piensa que con esa actitud  puede tener o ocasionar un accidente?  

A paso  lento, pero firme (como me gusta andar la vida) me iba  acercando a mi destino: la calle veintiuna, al tiempo de ir recorriendo las calles  de aquel  libro, deteniéndome con asombro en algunas líneas como cuando aparecía un semáforo:


1.22  & ese silencio… (                         )  Es el lenguaje que reclama su propia poesía.
2.014 Nadie, por experto que sea en la semiótica, podrá hablar de la humedad que causa a nuestra alma la palabra agua.


2.02 De lo que el hombre se enamora es de la sombra de las palabras. De su sombra al erguirse en la memoria.


20.6 Cada lengua posee su ligera forma de erotismo, su forma de caer sobre un cuerpo.


En esta parte  del libro, fue donde comencé a disminuir el ritmo lento de la caminata  a  uno   l  e  n  t  í  s  i  m  o, para disfrutar aún más (como se debe disfrutar de todo lo que nos gusta)  ese saborear cada palabra, como se saborea un buen beso, una  buena cena, un vino, un paisaje.

Ya no quería entrar a clase, sólo quería seguir caminando por la carrera séptima, caminar hasta donde las páginas del libro se  acabaran. Ahí estaba yo, bajo la sombra de las  páginas del DIARIO INÉDITO DEL FOLÓSOFO  VIENÉS  LUDWIG WITTGENSTEIN, quien  había llegado como un bello regalo esa mañana.  Ahí estaba, abstraída de la realidad, flotando del asombro ante aquella obra. 

Nunca un recorrido de la calle diez hasta la calle diecinueve había  tenido ese color, ese aire. Aquella compañía no esperada, acompañando milímetro a milímetro mis pasos, esas palabras alimentando mi emoción, cada intervalo de mi respiración, fue un inolvidable viaje. Como lo logran esas lecturas que dejan esa  sensación de triunfo,  admiración y hasta envidia.

La elegancia digna de las cosas simples, esa estructura casi perfecta por lo digerible y estremecedora, esa pasión derramada  como lágrimas sobre las páginas como alguna vez lo sugirió Silva, es la pasión  a mi manera de ver, como están escritas estás páginas:


2.12 No escribas para que te lean; escribe para que no te olviden.

2.15 La manera de escribir es una especie de máscara tras la cual el corazón hace las muecas que quiere.

2.1511 Escribe todo lo que quieras &  verás que de todos modos serás, siempre un extranjero, un extraño.

2.2 La lectura debe ser autista. Milimétricamente lenta. Que la baba moje el  corazón.


Cada vez más  me acercaba  al  punto de encuentro de la  clase de teatro, entonces comencé a desear con todas mis fuerzas que el maestro tuviera un retraso prudente, de media por lo menos, para que antes de entrar pudiera terminar la lectura o que la llave del salón se perdiera  por equivocación en algún bolsillo. Esa fue la primera vez que sentí  cuanto se puede  prolongar la magia de  los minutos,  si así lo deseas. Mientras tanto seguía avanzando por aquellas calles:


3.01 Todo lo que amamos, si no se puede decir, se habrá perdido para siempre.


3.0321 Como todos los grandes enamorados, me gusta la delicia de la perdida de mí mismo, en la que  el gozo de la entrega se sufre por un instante & su muerte se recuerda por toda una eternidad.


Al final,  las súplicas  al dios del tiempo tuvieron efecto. El maestro no llegó tan puntual como las clases anteriores además, del retraso de varios de mis compañeros aumento la posibilidad de demorar  cada vez  más la hora de inicio. Con todo esto pude terminar en calma el DIARIO INÉDITO DEL FOLÓSOFO VIENÉS LUDWIG WITTGENSTEIN del poeta colombiano Fredy Yezzed López.

Al salir de clase tuve la sensación de querer devolverme  por la misma ruta, caminando, leyendo este  libro, al mismo ritmo, para dejarme atrapar de nuevo en  esa red invisible que el autor  había tejido para mí, una red hecha  de  cada letra armando una palabra,  cada palabra construyendo una frase, cada frase dibujando una  página, cada página  moldeando el cuerpo del  libro.

Meses después hice el mismo ejercicio pero esta vez por la carrera séptima por el norte, desde la calle noventa y tres hasta la calle setenta, una tarde del mes de enero del año nuevo  entre las cinco y seis de la tarde cuando la ciudad es un monstruo  que parece robarte el aire y la tranquilidad.

Sin embargo, la lectura del DIARIO INÉDITO DEL FOLÓSOFO VIENÉS LUDWIG WITTGENSTEIN mientras caminaba, tuvo el mismo efecto de aquella primera vez  en  mí.  Ese calmar un poco este estado esquizofrénico que no logra callar  esas voces que la persiguen.

Una obra cuando es sincera  puede sorprenderte, emocionarte cada vez que la visitas, dejarte sin aliento, esa es mi sensación frente a este libro:


4.011 El alma es carne, porque también se puede pudrir.


Hay libros que es recomendable leer mientras caminas por la ciudad, espantando la presencia de sus demonios (los de ella y los tuyos). Hay libros que son conjuros que rompen los hechizos que te cargas, sin querer, cuando habitas una ciudad como esta, con tantos miedos cotidianos.

Diana Carolina adaza Astudillo.
Bogotá -  Colombia.
  

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