viernes, 2 de septiembre de 2011

TESTIGO DE LA RAÍZ

El sabor del vino, la palpitación al escuchar muy buenos poemas, pero sobretodo, la emoción de ver como los seres humanos se unen para engendrar una violencia que no le hace daño a nadie, la violencia de la palabra que enferma y mata con una ráfaga de silencios e ideas delicadamente dibujadas, dichas, en un solo grito: el de voz de la nueva poesía colombiana.

Esta noche de jueves, anuncio del comienzo del noveno mes del año, fuimos algunos los privilegiados, victimas de las balas devastadoras de cinco jóvenes, pero no por ello, menores poetas, gestores y editores además. De comienzo a fin, la presentación del libro “Raíces del viento” tuvo calor, entrega, tuvo desvelo, así como lo que encontramos en el contenido de las cincuenta y siete paginas del libro.

No hay espacio que no se desee explorar en él, manosear, no hay verso que se salve de la admiración y si alguno pasa desapercibido - por descuido - lo más posible es que luego invite a mil lecturas más y con ellas, un encuentro inesperado atravesado por una estética seductora, fuerza y un ritmo amable y vehemente.






Creo que este libro es una bella oportunidad para conocer a sus autores, sus desconfianzas, titubeos, angustias y ambiciones, aunque se quedan cortos, pues uno quiere leerlos más, conocerlos más. Es grato presenciar encuentros como estos, como también lo es, llevarse a casa un libro como este, un libro amigablemente, fulminante, que te abraza a penas lo abres, asfixiándote cariñosamente, como si tomaras un veneno que altera los sentidos sin maltratarlos.


“El deber de las cicatrices
Es salvarse a sí mismas
Perpetuar sus abismos
En la tempestad de la memoria”

Jorge Valbuena


Y entonces uno se siente herida, siente perderse en esa tormenta.



“¿Por qué no te largas tiempo?
Te encoges
O cuando tanto te haces cuadriculado
y renuncias a esa forma circular”.

Jenny Bernal


Y queda uno mareado de dar vueltas en ese viaje que son los días.


“Quien condenó al olvido
Posiblemente era mujer
Se dice, de aquel olvido
Que era la sombra de un hombre”.

Jenny Bernal


Y uno se queda preocupado porque se siente enfermo de olvido y hasta culpable.


No acostumbro a escribir notas después de las presentaciones de libros, o de las lecturas públicas, simplemente escribo notas cuando los encuentros resultan ser inspiradores. “Raíces del viento” es un buen pretexto para mover este espacio virtual, bitácora de sensaciones, más que de reseñas o criticas. Sólo sentí que no era justo dejar que la emoción, el orgullo y la admiración a este grupo, a estos poetas, a este libro, se desdibujara mañana al abrir las cortinas y lo confieso, tampoco pude aguantarme las ganas de escribir estas líneas que comenzaron a aparecer en la cabeza a penas termine de leer el libro de regreso a casa en un colectivo, en medio del trancón. Aunque amerita más lecturas en otros espacios, en otros instantes, en otros estados.

¿Qué en este país sólo hay destrucción? ¿Inseguridad? ¿Insensibilidad? Es cierto, ¿pero que sólo se produce esto? ¿Sólo se reproduce esto? Con este libro y el trabajo de estos poetas, como el de tantos otros, se puede poner en duda esta sentencia, por lo menos yo lo hago. Es verdad, de la poesía no se vive, quizás tampoco se venda, pero si nos da la posibilidad de recibir buenas noticias, de juntar sueños, de hacer amigos, de compartir un brindis, de decir lo que no es permitido decir, de hablar por nuestra generación y mostrar de lo que estamos hechos, de seguir buscando motivos para armar colectivos y así hacer ruido, un ruido que tarde o temprano será la historia es este tiempo, nuestras huellas vestidas de versos marcadas en los libros.


Los invito pues a leer a Jorge, Henry, Jenny, Hellman y Leidy, a conocer más sobre la Raíz invertida (su colectivo) y este libro “Raíces del viento” editado por Cuadernos Negros, editorial de Calarcá.



Lo he hecho todo:
Sembré un árbol donde no recuerdo,
Escribí un libro que nadie ha leído
Y tengo un hijo que nunca veo”.

Hellman Pardo.


“En mi garganta
Se precipitan tus urgencias”.

Leidy Bernal



“La muerte
Hila mi mano cien veces.
Cien veces
La arroja
A un bote de ceniza”.

Henry Gómez



Diana Carolina Daza Astudillo