El miércoles 9 de febrero de 2011 mientras un tímido aguacero abrazaba la ciudad de Bogotá, Andrés Felipe Escovar, Luis Cermeño y Julián Marsella Mahecha presentaban su libro “Tríptico de Verano y una Mirla” en Habana Café en pleno centro de la ciudad. Una presentación más bien familiar acompañada de un brindis fantasma con vino tinto, hecha por un hombre con mirada tranquila y figura lánguida al que le llaman “el emperador Nelson”. Habló Andrés Felipe, se escuchó también a Luis, pero Julián nunca llego.
Continuando con la promoción del libro el sábado 12 de febrero de 2011 a pocos pasos de Habana, en el clásico y frecuentado café - Bar Bardos a las 7:40pm y con roció de lluvia de nuevo en la ciudad, el ímpetu del tríptico volvió a caer sobre los invitados. Esta vez más frecuentado el evento por extraños, algunos de ellos ebrios de sábado, alentaban las ganas de una escritura lujuriosa y horizontal. “Señores escritores”, llamó el presentador a escena (como en todo acto protocolario) Estaba Andrés Felipe, estaba Luis y la ausencia de Julián de nuevo atravesando el espacio. Una rubia leyó un fragmento del estertor de moribundo, monólogo del rey agonizante, uno de los cuatro cuentos de este libro controvertido, mientras le daba la espalda a la silla que aguardaba por el tercer escritor. ¿Y Julián? Al terminar la lectura del fragmento, el público hizo ese típico sonido al unísono, manifestación sonora que no se sabe si es de desprecio o de admiración.
¿Hombres que engendran hijos?, ¿Prolongación de la especie masculina? ¿Misoginia?
--- ¿De dónde se inspiraron para crear estas historias?, preguntó una voz que logró salir de la masa humana.
--- Nos inspiraron las voces, quizás ebrias de una noche de verano precisamente, dijo Luis.
--- ¿La mujer no existe?, refutó otra voz.
Y de nuevo la ola de voces humanas se elevo con poderío.
--- La mujer nunca ha existido. La mujer es una tirana, es una bestia, como los dragones y los centauros, respondió Andrés Felipe.
--- Esta obra es escrita por tres personas, apareció una nueva intervención del público, ¿el tercero dónde esta? , preguntó.
--- Julián influenció esta obra, respondió Luis, él es el verdadero protagonista, él nos contaba y nosotros le servíamos como médiums para trascribir sus histerias de la vida.
El público calló, no hubo más preguntas sobre Julián. A nadie le importo su ausencia, nadie volvió a preguntar por el hombre al que según sus compañeros, no le gusta la gente, por eso no sale de su casa en Zipacón. A nadie le importaron las razones por las cuales Julian no quiere salir a presentar su libro ¿tristeza profunda? ¿agorafobia?
--- ¿Este es un texto machista?, preguntó otra de las voces de la masa humana.
--- Ni machista, ni racista. Este texto es mariquista, dijo uno de los escritores. Y las voces (sólo masculinas) emocionadas se alzaron con la misma vibración que experimentan cuando su equipo de futbol favorito mete un gol.
A los hombres les gusta el mariquismo, me dije. Al parecer, estertor de moribundo fue el centro de la noche ¿y los demás textos? ¿Tan bien son mariquistas?, ¿Manejan la crueldad de lo bello? como también se citó en la presentación y de lo cual valdría la pena preguntarle de nuevo y a profundidad a los escritores, eso de que “toda acción llevada al extremo es cruel, que el amor es cruel” ¿eso piensa también Julián en su encierro?, ¿en su soledad rodeada de fresas? Casi al final de la noche se levantó una chica, la primera mujer del público que intervino: “yo si le lamería las entrañas a un ser humano” dijo y luego complementó “si me rasgo, doy vida” y felicitó a los escritores por su propuesta, por ponerse en la posición de la mujer, según ella. A diferencia de los demás a esta mujer no le pareció un texto machista (tampoco negó lo de mariquista,) pues expuso que pocos hombres piensan en servir como instrumentos para traer vida.
Como sea, el tríptico de verano y una mirla hace ruido, hace hablar a los muertos y a los que aún no han nacido. Y tomando la frase fantasma que reza “Ladran los perros, señal de que andamos. Si estuviéramos quietos no ladrarían” a partir de ahora con este libro, creo que muchos ladrarán.
Diana Carolina Daza Astudillo
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