EL ABRAZO DE LOS DÍAS GRISES.
Diana Carolina Daza Astudillo
Este
abrazo sólo podría estar dedicado
A
Diacaliza, hermana de la vida,
quién
comparte el gusto por el café en una tarde gris
En el
centro de la ciudad
Y el ritmo de las trasformaciones.
La vejez se
asoma a la ventana
Inquietud
Invierno
Hambre...
El
tiempo acaba.
Estrangulado
por la suerte
Busco
fortuna en los sueños
Pero no
encuentro
Más que
miedo y silencio.
Plumas de frío.
Olvido
Bajo la
almohada.
Los
gritos de los hijos ajenos.
La
algarabía de los lugares grandes.
El café
negro.
Y su ausencia
ME TRAGAN.
Vivo
entre la compasión de la inconformidad
La
paciencia de la incertidumbre.
Y
la torpeza de la nostalgia.
El
triunfo duerme en mis piernas.
¡Aún
me quedan noches para morir
Y
nadie me espera en casa!
Cada
cuerpo es un misterio
Un
reto para abrazar.
Un
rojo carnoso
se
abre y se cierra
Haciendo
una invitación.
La
sed de poseer lo distante
Es
grande y el vino acaba.
La
sangre caliente
Cubre
el teatro
QUIEBRAGANAS
Una
gota de placer
Cae
Y
se seca
En
la noche.
Siempre
he preferido el abrazo de los días grises
Esos
que dejan barro y nostalgia en la memoria.
Esos
donde los mendigos y las ganas de luchar
Se
esconden.
Esos
de guantes y paraguas negros
Donde
se desea un aguardiente.
Esos
que me recuerdan la soledad de Ledesma
Y
la fragilidad de la humanidad.
Siempre
he preferido los días de aguacero eterno
Porque en el frío todo se me hace fácil
Porque así contemplo el paisaje de la vejez
Prefiero
los días grises.
La
ciudad desfigurada.
El
aguacero eterno.
Y
creo ser un poco más feliz
Que
aquellos que prefieren
El
complaciente y violento abrazo del sol.
El
precipicio espera tus huesos
Es
mejor no pensar el salto
No
temer
El
miedo es un niño torpe e incomprendido
Que
jala y jala la falda.
No
temer y saltar
En
el riesgo se esconde el beso
Y
no hay golpe que duela más
Que sentirse vivo y equivocado.
También
somos
Lo
que abandonamos.
Amores perros.
Hombres
piel de lagartija marchan en la memoria.
Músicos
de manos claras que armonizan el silencio de ayer.
Fantasmas
Impenetrables
De
pasos largos.
Nos
recuerdan el fracaso y la alegría en una pesadilla de niñez.
Cómo
pesa el no haberlos amado
Antes
que el año terminara.
Quizá
pesa más
Este
miedo a quedarnos solo
Persiguiendo
al olvido.
Quien ha visto la esperanza no la olvida.
Octavio
Paz.
Yo
la he visto
Esquiva
y hermosa
En
los ojos de lo desconocido
Revolcándose
con su prima hermana
La
desesperanza.
Contando
hasta diez
En
los juegos de los niños
Sirviéndome
el jugo en las mañanas.
La
he visto
Alegrando
una mala fiesta
Brindando
cuando un verso se marcha.
Enferma.
Vencida.
Borracha
la he visto
Besando
la agonía de los días
Combatiendo
la vejez
Y
las promesas del olvido.
Los
murmullos humedecen la tarde
La
lengua se afila
Las
nalgas se acomodan.
Liberados
de las horas
Entramos
como moscas
Al
rancho del vecino,
a
rumiar las cortinas
Los
actos.
Los
secretos.
Y
llenos de nada
Bebemos
el agua de un día
Donde
no hubo mucho por hacer.
9721281
Soy otro
En el mismo
lugar.
Otro
Rompiendo
la timidez de la mañana
Compartiendo
el saludo de la indiferencia.
Mi nombre
nace
Y se pierde
en los cristales.
Las
promesas recorren la rutina
Que
abandone.
El bullicio
de la juventud
Se calla.
El olor de
los amigos
No esta.
Soy otro
En el mismo
laberinto de ayer
Otro que
engaña
Que espera
con incertidumbre
El néctar
del día final.
A la princesa Angie
por acompañar mi camino con su sonrisa.
Tu
esperanza comienza
Donde
la mía acaba.
Pongo
en tus pasos:
El
tiempo perdido
Y las dudas
Para
que construyas la libertad.
La
noche te espera...
Pasea
por sus trampas
Agarrada
a tus sueños
Y
déjate caer.
Las horas te pertenecen...
Conviértelas
sabiduría de mujer agua.
Mujer
fuego.
Mujer
tierra.
¡Gánale
a la vida
Y
sé feliz!
Que
yo esperare que tu victoria
Cambie
el color de mi muerte.