2001: Mi historia se dividió en dos, nada volvió a ser igual. De mil formas comencé a morir y detrás del rabo de cada muerte un nacimiento se asomaba con su largo cuello y grandes alas liberándome de la cotidianidad (yugo de esta sociedad), permitiéndome volar hacia mundos desconocidos e inimaginables, a hacerme no dos, sino tres, cuatro, cinco, seis… en un sólo cuerpo. Otra comenzó a respirar dentro de mi con afán y curiosidad, despertando los demonios que cargaba y que esperaban el escenario apropiado para tender su carpa y así, poder hacer su función (mis demonios son demonios torpes, inocentes, no alcanzan todavía a atravesar la cerca para aventurarse en la gran ciudad, mejor así, los prefiero corteses y mesurados a vividores e insoportables. Con el tiempo he perdido la paciencia para sobrellevar niños malcriados con ínfulas falsas de perversos) Nada volvió a ser igual, excepto el gusto por la noche, el licor, la justicia y la lluvia. La soledad dejó de ser oscuridad, la risa, acto tras acto apenas levantaron el telón, comenzó a inundar el gran salón de la vida (algunos aplaudieron, otros prefirieron salir porque les pareció empalagoso e hipócrita tanto exceso de felicidad)
A pequeños y sigilosos pasos comencé a descubrir que el mundo era más que centros comerciales, amores platónicos, frustraciones de adolescencia, falsos tótems, nostálgicos recuerdos y canciones vacías de la radio. La vida se puso ante mi con traje de bosque, un seductor bosque donde aromas, música, sombras, colores y figuras me incitaban a hacer parte de una extraña fiesta entre bufones, doncellas, mendigos y guerreros. Yo acepte la invitación y heme aquí, recorriendo los distintos caminos que me ofrece el bosque. He estado acompañada algunas veces (se siente bien el calor de los demás) pero cada quien tiene que buscar sus sensaciones, así que casi siempre permanezco sola contemplando la belleza y el espanto de los altos árboles, la furia de los animales, el desecho de los pájaros, el movimiento de las ramas, el peso del viento. Aún estoy dispuesta a soportar el frío, el hambre, atenta a encontrar más respuestas, pistas, que me saquen de la caverna que habita mi pensamiento, heredada de mis antepasados, cultura, época y espacio que me correspondieron.
Quiero seguir transitando por el bosque con nada más que una cajetilla de cigarrillos, mi dios y una baraja de poker en el bolsillo, ir destapando carta por carta apostándole siempre a la felicidad (creo en la felicidad, es mi mayor propósito alcanzarla) Bajo la almohada aguardan los comodines (son pocos) es mejor conservarlos para el final del juego, uno nunca sabe que a última hora los vaya a necesitar para salvarse de los lobos, los buitres, que se yo, de las estupidas hienas. Por ahora me entretengo con las picas, los tréboles y los reyes de dos cabezas (me gusta el rojo). Me preocupan los diamantes.
2001: Mi historia se dividió en dos, Diana Carolina antes y después de conocer las trampas de la palabra, la literatura, ese constante cosquilleo en el pecho, la memoria y las manos, que a manera de imágenes y sonidos no me dejan dormir. Alguien me dijo hace poco que cuando se escribía también se hacia música, que bueno, pues fue mi sueño hacerla desde que era una niña, si es así, la frustración hoy sale de mi pensamiento. Todavía no soy poeta, ni escritor, quizás me pueden llamar aprendiz, tan sólo soy una mujer de ojos y odios grandes para quien el arte es una escapatoria a las cadenas de la sociedad, al secuestro de las ideas y los sueños, a la falta de tolerancia y respeto por la vida humana, al exceso de razonamiento, agresividad y estupidez. Soy nada más que Diana Carolina Daza Astudillo, sí, Daza, con “Z”, alguien un poco más libre, sin vendas en los ojos, sin ataduras en la memoria, sin dependencias absurdas y huecos en el corazón.
2008: Habito el bosque, esperando las sorpresas y los secretos que todavía aguardan por mí, tengo en las manos una libreta interminable de notas y montones de bolígrafos de colores. No tengo miedo, estoy ansiosa y quizás para molestia de algunos… todavía
… con una gran sonrisa en el rostro. Nos vemos en el 2009, si mi tiempo y destino nos lo permiten. Gracias.
jueves, 18 de diciembre de 2008
2001: Mi historia se dividió en dos, nada volvió a ser igual. De mil formas comencé a morir y detrás del rabo de cada muerte un nacimiento se asomaba con su largo cuello y grandes alas liberándome de la cotidianidad (yugo de esta sociedad), permitiéndome volar hacia mundos desconocidos e inimaginables, a hacerme no dos, sino tres, cuatro, cinco, seis… en un sólo cuerpo. Otra comenzó a respirar dentro de mi con afán y curiosidad, despertando los demonios que cargaba y que esperaban el escenario apropiado para tender su carpa y así, poder hacer su función (mis demonios son demonios torpes, inocentes, no alcanzan todavía a atravesar la cerca para aventurarse en la gran ciudad, mejor así, los prefiero corteses y mesurados a vividores e insoportables. Con el tiempo he perdido la paciencia para sobrellevar niños malcriados con ínfulas falsas de perversos) Nada volvió a ser igual, excepto el gusto por la noche, el licor, la justicia y la lluvia. La soledad dejó de ser oscuridad, la risa, acto tras acto apenas levantaron el telón, comenzó a inundar el gran salón de la vida (algunos aplaudieron, otros prefirieron salir porque les pareció empalagoso e hipócrita tanto exceso de felicidad)
A pequeños y sigilosos pasos comencé a descubrir que el mundo era más que centros comerciales, amores platónicos, frustraciones de adolescencia, falsos tótems, nostálgicos recuerdos y canciones vacías de la radio. La vida se puso ante mi con traje de bosque, un seductor bosque donde aromas, música, sombras, colores y figuras me incitaban a hacer parte de una extraña fiesta entre bufones, doncellas, mendigos y guerreros. Yo acepte la invitación y heme aquí, recorriendo los distintos caminos que me ofrece el bosque. He estado acompañada algunas veces (se siente bien el calor de los demás) pero cada quien tiene que buscar sus sensaciones, así que casi siempre permanezco sola contemplando la belleza y el espanto de los altos árboles, la furia de los animales, el desecho de los pájaros, el movimiento de las ramas, el peso del viento. Aún estoy dispuesta a soportar el frío, el hambre, atenta a encontrar más respuestas, pistas, que me saquen de la caverna que habita mi pensamiento, heredada de mis antepasados, cultura, época y espacio que me correspondieron.
Quiero seguir transitando por el bosque con nada más que una cajetilla de cigarrillos, mi dios y una baraja de poker en el bolsillo, ir destapando carta por carta apostándole siempre a la felicidad (creo en la felicidad, es mi mayor propósito alcanzarla) Bajo la almohada aguardan los comodines (son pocos) es mejor conservarlos para el final del juego, uno nunca sabe que a última hora los vaya a necesitar para salvarse de los lobos, los buitres, que se yo, de las estupidas hienas. Por ahora me entretengo con las picas, los tréboles y los reyes de dos cabezas (me gusta el rojo). Me preocupan los diamantes.
2001: Mi historia se dividió en dos, Diana Carolina antes y después de conocer las trampas de la palabra, la literatura, ese constante cosquilleo en el pecho, la memoria y las manos, que a manera de imágenes y sonidos no me dejan dormir. Alguien me dijo hace poco que cuando se escribía también se hacia música, que bueno, pues fue mi sueño hacerla desde que era una niña, si es así, la frustración hoy sale de mi pensamiento. Todavía no soy poeta, ni escritor, quizás me pueden llamar aprendiz, tan sólo soy una mujer de ojos y odios grandes para quien el arte es una escapatoria a las cadenas de la sociedad, al secuestro de las ideas y los sueños, a la falta de tolerancia y respeto por la vida humana, al exceso de razonamiento, agresividad y estupidez. Soy nada más que Diana Carolina Daza Astudillo, sí, Daza, con “Z”, alguien un poco más libre, sin vendas en los ojos, sin ataduras en la memoria, sin dependencias absurdas y huecos en el corazón.
2008: Habito el bosque, esperando las sorpresas y los secretos que todavía aguardan por mí, tengo en las manos una libreta interminable de notas y montones de bolígrafos de colores. No tengo miedo, estoy ansiosa y quizás para molestia de algunos… todavía
… con una gran sonrisa en el rostro. Nos vemos en el 2009, si mi tiempo y destino nos lo permiten. Gracias.
A pequeños y sigilosos pasos comencé a descubrir que el mundo era más que centros comerciales, amores platónicos, frustraciones de adolescencia, falsos tótems, nostálgicos recuerdos y canciones vacías de la radio. La vida se puso ante mi con traje de bosque, un seductor bosque donde aromas, música, sombras, colores y figuras me incitaban a hacer parte de una extraña fiesta entre bufones, doncellas, mendigos y guerreros. Yo acepte la invitación y heme aquí, recorriendo los distintos caminos que me ofrece el bosque. He estado acompañada algunas veces (se siente bien el calor de los demás) pero cada quien tiene que buscar sus sensaciones, así que casi siempre permanezco sola contemplando la belleza y el espanto de los altos árboles, la furia de los animales, el desecho de los pájaros, el movimiento de las ramas, el peso del viento. Aún estoy dispuesta a soportar el frío, el hambre, atenta a encontrar más respuestas, pistas, que me saquen de la caverna que habita mi pensamiento, heredada de mis antepasados, cultura, época y espacio que me correspondieron.
Quiero seguir transitando por el bosque con nada más que una cajetilla de cigarrillos, mi dios y una baraja de poker en el bolsillo, ir destapando carta por carta apostándole siempre a la felicidad (creo en la felicidad, es mi mayor propósito alcanzarla) Bajo la almohada aguardan los comodines (son pocos) es mejor conservarlos para el final del juego, uno nunca sabe que a última hora los vaya a necesitar para salvarse de los lobos, los buitres, que se yo, de las estupidas hienas. Por ahora me entretengo con las picas, los tréboles y los reyes de dos cabezas (me gusta el rojo). Me preocupan los diamantes.
2001: Mi historia se dividió en dos, Diana Carolina antes y después de conocer las trampas de la palabra, la literatura, ese constante cosquilleo en el pecho, la memoria y las manos, que a manera de imágenes y sonidos no me dejan dormir. Alguien me dijo hace poco que cuando se escribía también se hacia música, que bueno, pues fue mi sueño hacerla desde que era una niña, si es así, la frustración hoy sale de mi pensamiento. Todavía no soy poeta, ni escritor, quizás me pueden llamar aprendiz, tan sólo soy una mujer de ojos y odios grandes para quien el arte es una escapatoria a las cadenas de la sociedad, al secuestro de las ideas y los sueños, a la falta de tolerancia y respeto por la vida humana, al exceso de razonamiento, agresividad y estupidez. Soy nada más que Diana Carolina Daza Astudillo, sí, Daza, con “Z”, alguien un poco más libre, sin vendas en los ojos, sin ataduras en la memoria, sin dependencias absurdas y huecos en el corazón.
2008: Habito el bosque, esperando las sorpresas y los secretos que todavía aguardan por mí, tengo en las manos una libreta interminable de notas y montones de bolígrafos de colores. No tengo miedo, estoy ansiosa y quizás para molestia de algunos… todavía
… con una gran sonrisa en el rostro. Nos vemos en el 2009, si mi tiempo y destino nos lo permiten. Gracias.
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